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mercoledì 13 giugno 2012

Los masones se disponen a alzar la voz


La recién elegida gran maestre de la Gran Logia Simbólica Española, Nieves Bayo, sostiene que el mensaje de la vieja orden hace más falta que nunca
La víspera de la Asamblea General en que tomará posesión de su cargo, Nieves Bayo está dando un paseo por el centro de Valladolid cuando suena su móvil: es el pesadito del periodista, otro más, y ya ha perdido la cuenta de cuántos van. Hay que concertar una cita. Sí, en el hotel. Sí, a las cinco. Y de pronto, con esa voz rotunda:

-Por cierto. Hay que ver qué gente más atenta la de Valladolid. Qué amables, qué encantadores. Si vieras la tribuna tan estupenda que me han puesto aquí, delante del Ayuntamiento.


-¿Qué?

-Preciosa. Y no te pierdas a los de la banda de música, ¡cómo suenan! Están ensayando ahora mismo, ¿no les oyes? Todo un detalle, no me digas que no.

-Pero…

Y ahí, claro, suena la carcajada, porque esta aragonesa de Jaca, que pasa un poquito de los 50, tiene, entre otras muchas cosas, la virtud impagable el sentido del humor. Sabe bien que ni la engualdrapada tribuna ni los tipos del chundachunda están allí para ella. Están para el Rey, que presidirá el desfile del Día de las Fuerzas Armadas justo al mismo tiempo que a ella, a dos pasos de allí, en una ceremonia de conmovedora -por lo sencilla- solemnidad, le pongan el collar y el mandil de gran maestre de la Gran Logia Simbólica Española (GLSE): la más nutrida organización de cuantas integran la masonería liberal española.

Es la séptima persona a la que sus hermanos, por sufragio universal, echan sobre los hombros ese collar amarillo que a ella le parece pesadísimo. Y no por lo grueso de la tela sino porque, como ella dice, “aquí pasa una cosa que no ocurre en casi ninguna otra parte: cuanto más alto estás en la organización, más trabajas, menos duermes y más preocupaciones tienes. Cuánto he echado de menos, algunas veces, mi época de aprendiz. Y cuánto la voy a echar de menos durante estos tres años que vienen, me temo”.

La conversación es difícil porque el vestíbulo del hotel es un hervidero de masones y masonas que han llegado a Valladolid desde las cinco puntas de España (y desde bastante más lejos: Bélgica, Suecia, Uruguay, Portugal, Suiza, Francia, muchos lugares de Hispanoamérica, yo qué sé) y todos quieren saludar a Bebes, como la llaman; abrazarla, hacerse fotos, darle besos o ánimos. Y ella, que es como es, tiene un momento para cada uno, una palabra, un recuerdo, una broma, un quintal de paciencia. Así que, como decía un viejo colega de oficio, “he hecho entrevistas más tranquilas tirándome en paracaídas”.

La séptima persona desde 1980 y la segunda mujer, le digo. Ella: “¿Y qué? Eso no es importante. No significa más que una cosa: que la igualdad, en nuestra organización, funciona con toda naturalidad. No necesitamos leyes especiales para eso. ¿Qué más da que esto lo presida un hombre o una mujer? Nosotros trabajamos con personas”.

Democracia en peligro

Dice Nieves Bayo, en una pausa entre achuchón y achuchón, que cree que la democracia está en peligro. Le pregunto por qué. Y contesta: “Porque la democracia se fundamenta en la libertad y en la dignidad de las personas. En Grecia se llamaba así, pero hoy ya no se entiende la democracia con siervos o con súbditos, sino con ciudadanos. Y la crisis que estamos viviendo está acabando con eso: con la autoestima, con la dignidad de la gente. Se está agrediendo a nuestra condición de ciudadanos libres y dignos. Eso es lo peor. No es una crisis económica, no te equivoques: si acaso, es también económica. Pero es, en lo esencial, un ataque a los valores que hacen que un ser humano sea digno de tal nombre. Se está inoculando el miedo en el tejido social, en el corazón de cada uno de nosotros. Se nos está empujando a pensar que ya no valemos nada, ni para nada. Miedo a perder el trabajo, miedo a las represalias si protestas, a que te paguen lo que se les antoje y no lo que vale tu trabajo. Miedo a hacer y a decir lo que pensamos que es justo, que debe ser hecho y dicho: tú lo tienes que notar, que eres periodista. Una democracia en la que los muy ricos hagan lo que quieran con quienes no lo son, no puede llamarse democracia. Y hacia eso vamos. O hacia eso nos están llevando”.

Bien, pero ¿qué solución dan los masones a todo eso? Nieves Bayo sonríe: “Los masones siempre hemos dicho que no nos metemos en política. Es verdad, pero eso se refiere a la política de partido. Esto de lo que hablamos no tiene que ver, necesariamente, con los partidos: las fuerzas que mueven los hilos son otras. Es política en el sentido aristotélico de la palabra, es ciudadanía. Y ahí estamos, por coherencia con nuestros principios. Esta situación está acabando, te he dicho, con la libertad real de los ciudadanos. También con la igualdad. Y, como consecuencia, es imposible la fraternidad. Sí, nuestra vieja divisa de hace dos siglos. ¿Alguien se atreverá a decir que eso ya se ha conseguido, que la pelea tiene que ser por otras cosas más modernas? Yo creo que no. Cuando se agrede a los viejos principios, hay que reverdecerlos. Hay que volver a luchar por lo evidente, que decía Brecht”.

Pero eso ¿cómo se hace? La nueva gran maestre de la GLSE lo tiene bastante claro: “Mira los efectos de lo que nos está pasando: la gente va del miedo a la apatía, al egoísmo, al barrer para casa. Un masón jamás hace eso. Los masones somos los primeros que no aceptamos ni damos por válido todo lo que nos están echando encima; que no nos resignamos ni al miedo, ni a la desesperación, ni mucho menos a la apatía. En nuestras logias se trabaja por el perfeccionamiento personal, y eso quiere decir el estímulo del pensamiento, de la capacidad de argumentar, de razonar, de no dejarse engañar ni permitir que se engañe a otros. No ceder. No transigir con la injusticia. No rendirse. En las logias se ejercita todo aquello que nos hace personas libres y dignas. Nos preparamos para resistir el ataque a los valores propios del ser humano digno de tal nombre”.

“Y otra cosa te digo -concluye-: no nos podemos permitir el silencio. Creo de verdad que ya no tenemos derecho a estar callados. Tenemos que decir en voz alta lo que pensamos, como personas libres y como masones. Nuestro esfuerzo empieza en el interior de cada cual, pero no se puede quedar ahí. Ahora mismo eso sería terrible. Tenemos que levantar la voz, y ya verás si lo vamos a hacer, para defender a todas las personas aplastadas por la crisis y por la injusticia que genera. Hay quien dice de nosotros que somos un ‘termómetro ético’ de la sociedad. Pues vamos a dar la temperatura cada vez que haga falta. Y vaya si hace falta. La libertad y la dignidad están en peligro. No hay un minuto que perder”.

(Tratto da: fenixnews.com)