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venerdì 5 agosto 2011

Hacia la Primera Logia Rectificada en Argentina


Hacia la Primera Logia Rectificada en Argentina


Hace ya tres años, un pequeño grupo de Maestros Masones provenientes, en su mayoría, de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, iniciamos una tarea que parecía imposible: Establecer en la República Argentina una Masonería Cristiana, firmemente anclada en la más pura tradición masónica escocesa, aquella que fuera barrida sin piedad por el fervor revolucionario de los jacobinos.


Parecía imposible porque, a veces, el signo de los tiempos se lleva puesta, con su marea implacable, cualquier otra versión que difiera del pensamiento único. En esta región del mundo, la masonería hegemónica –o al menos la que intenta serlo- se ha definido marcadamente agnóstica, descreída ella misma del fenómeno iniciático como centro mismo de la actividad masónica y herramienta eficaz a la hora de erradicar en sus filas cualquier sesgo de espiritualidad, salvo aquella que definen como espiritualidad laicista.


Pero hay quienes descreen del poder de las mareas, o se sienten capaces de resistirlas, porque como dice la canción de un catalán la marea sube y luego baja. Hay quienes descreen también que el mundo del siglo XX haya asistido a los Funerales de Dios, como tan magníficamente lo definiera A. N. Wilson en su libro homónimo. Porque finalmente, hay quienes descreen que haya una razón inapelable que nos obligue a acatar lo que piensan las mayorías, por el hecho de ser tales. La Masonería, la de los iniciados que desde hace siglos caminan con sigilo por la tierra, transformando la Piedra en sus propios corazones, mantiene un mensaje en clave, que sólo puede descifrarse en el silencio del Santuario Interior y ya sabemos que las muchedumbres son bulliciosas y que, en medio de ellas, no hay silencio, ni paz, muchos menos conciencia del propio mandato que el Señor nos tiene reservados a cada uno de nosotros.


Así que, buscando ese silencio y esa paz, este grupo de Maestros Masones buscamos terminar con las disputas eternas acerca de la naturaleza del GADU, de si La Biblia o un libro en blanco, de si la regularidad –que modifica los rituales a su antojo según el curso de la historia con minúsculas- reside en la forma o en el espíritu, decidimos buscar Santuario, literalmente dicho, en una de las masonerías tradicionales más antiguas de Europa y recuperar una tradición iniciática netamente cristiana en las que pudiéramos trabajar nuevamente como aprendices, puliendo nuestra propia Piedra Bruta.


Nació así el Triángulo Rectificado Cruz del Sur Nº 7 en los Valles de Buenos Aires, con Carta Patente conferida por el Gran Priorato de Hispania, potencia rectora del Régimen Escocés Rectificado para las antiguas provincias de Aragón y León, restaurada en España y reconocida por el Gran Priorato de las Galias. De ese modo, merced a la confianza de nuestros hermanos españoles, es que pudimos establecer el primer cuerpo Rectificado en nuestro país.


Hace pocos días, el Gran Priorato de Hispania ha anunciado que el Triángulo Rectificado Cruz del Sur Nº 7 será consagrado Logia de San Juan en una ceremonia a realizarse en Barcelona el próximo 1º de octubre. Será el momento de asumir el compromiso de una nueva etapa, de repasar los acontecimientos de estos años de preparación y de comenzar a apoyar el nacimiento de nuevos Triángulos Rectificados en la República Argentina.


Creo, y lo he dicho con frecuencia, que la masonería sufre un profundo proceso de fragmentación, que seguramente se acentuará en los próximos años, siguiendo los pasos de lo que ocurre en Europa. Sus causas son diversas, pero de seguro no tienen que ver con los principios y los valores de nuestra augusta fraternidad sino con la inmensa confusión –babeliana diríamos- que afecta al mundo posmoderno, al hombre líquido que ha venido a reemplazar al varón, noble de espíritu, atado al honor, a la caridad y a la defensa del más débil. En medio de esta fragmentación creciente, el mantenimiento de un Régimen que ha sido capaz de mantener un Rito sin fisuras ni modificaciones desde el Convento de Wilhelmsbad, en 1782, es un raro privilegio, como lo es el hecho de sostener que existe, viva y vigorosa, una masonería caballeresca, aglutinada en una tradición iniciática plenamente cristiana, con todo el peso, la carga y la responsabilidad que esto implica. A todos los que nos han apoyado nuestro agradecimiento. El Rectificado crecerá y sus puertas permanecerán abiertas para todos aquellos que saben golpear de la manera correcta y saben por qué lo hacen.